“Con el libro me pegué un tiro en las patas, le doy visibilidad a cosas que yo me critico, critico a todos mis colegas y a los sindicatos con los que tengo convivencia y connivencia”. Quien lo afirma y se autoinculpa no es otro que Raúl “Tato” Cereseto, autor de “De Proa al Sur” uno de los escasos libros sobre industria pesquera, publicado hace pocos días.
El texto es uno de esos libros que podría ser de muy útil lectura para quien inicie una especie de introducción rápida y generalista sobre diversos matices de nuestra industria. Pretencioso en su intento por abarcar un abanico amplio de temas, la obra se presenta de fácil lectura, a la vez que confesional, desafiante, que puede resultar contradictorio y muy molesto para muchos integrantes del sector, empresarios que, con justicia, están en todo su derecho de pensar “Y este qué habla, si es tan culpable como todos nosotros de cada cosa que denuncia”.
“De Proa al Sur es el primer paso de una trilogía donde uno es la crítica, el otro la propuesta y el tercero es la reflexión: De Proa al Sur, Al Garete y Viento en Popa. Ese es mi plan”, nos cuenta Cereseto, a la vez que prepara el mate en sus oficinas de Trelew y se apresta para la entrevista.
R.P: ¿Por qué De Proa al Sur? Además de por tu hijo, como afirmás en el libro.
R.C: De Proa al Sur arrancó como parte de un proceso de sanación, lo empecé a escribir muy enojado, dolido, porque yo siento que en un momento muchas personas se divirtieron con algunas operaciones mediáticas en nuestra contra. La pasaron bien, era parte de la diversión, y nosotros no la pasamos bien. El libro empezó con la intención de contar mi verdad. Empecé a escribirlo muchas veces con lágrimas en los ojos: pensando ‘yo no soy esto que están diciendo’, queriendo mostrar, yo soy otra cosa. Yo soy un tipo que va para adelante, que promuevo cambios, construyo, busco soluciones, que gano plata, sí, claro, soy empresario. Pero no soy lo que han querido vender acerca de mí durante estos años. Y la escritura se fue tornando en un proceso de sanación, en el que lo que había motivado inicialmente al libro fue quedando en un segundo plano.
R.P: Decís que los empresarios sucumben ante las presiones de los gremios y terminan pagando cualquier cosa con tal de salir a pescar. Pero, al mismo tiempo, asegurás que ganan tanta plata que pueden darse el lujo de estar la mitad del año parados. ¿Cómo explicás esta contradicción?
R.C: Son dos cosas distintas que, es cierto, están las dos en el libro. Por un lado, somos una pesca monoespecie y al primero que culpo y me incluyo, es al empresario. Cuando tenemos que dar discusiones profundas no estamos dispuestos a proyectar un porvenir más sostenible. Muchas veces ante una paritaria somos torpes y nos dividimos en una negociación sin perspectiva de futuro. Yo me pregunto a dónde vamos a ir a parar si un año falla el langostino.
R.P: Pero si trabajan solo cuatro o cinco meses porque ganan mucha plata, entonces pueden pagar lo que están pagando.
R.C: Pero yo aspiro a una diversificación, no solo langostino.
R.P: Es decir que el problema es que, como se gana tanta plata con el langostino, no vale la pena trabajar el resto del año.
R.C: Exactamente, esperemos que esta mala temporada sea solo una anécdota, pero convengamos que ha encendido varias alarmas y hay que ver qué consecuencias traen. Por eso vuelvo al tema, no es que esté en contra de pagar estos sueldos, lo que digo es que esto posterga la discusión que debiéramos tener de cara a proyectar la pesquería a quince años. Estamos en una carrera de locos haciendo cualquier cosa. Llega a trastabillar el langostino y queda el tendal.
R.P: También afirmás que esta explotación sobre el langostino está generando un desequilibrio respecto de la creciente abundancia de merluza. No lo desmiento, solo quiero saber en base a qué lo decís.
R.C: No está dicho con datos biológicos sino desde el sentido común y como empresario. Lo que digo es que, cuando vos concentrás todos los esfuerzos en un solo recurso, no sería de extrañar que haya un desequilibrio en el ecosistema marino. Hasta creo que podemos tener mejores resultados dejando descansar un poco el langostino. Pero quiero dejar claro que, para mí, es muy bueno el trabajo del INIDEP y los modelos que aplican. El problema lo tenés en la base, en la muestra…
R.P: Bueno, ahí Chubut es parte importante del problema al negarse a compartir sus datos con el INIDEP.
R.C: Lo sé, es cierto y no me gusta.
R.P: En el libro hablás de que existe una especie de “Panel de control” conformado básicamente por las autoridades a las que catalogás de incapaces, decadentes, faltos de preparación, improvisados, que atentan contra el desarrollo de la actividad y que solo están en sus puestos para generar impuestos. ¿Cómo juzgás la gestión de Aguilar, que llega a la Secretaría de Pesca de Chubut de la mano de tu grupo empresario y de ningún otro?
R.C: No es una afirmación dirigida a una sola persona y ni siquiera a una sola gestión, en todo el libro no hago alusiones personales, pero si, Aguilar es parte de eso. Gabriel tiene con nosotros una relación de muchos años porque viene de un sector sindical con el que tratamos siempre. Es de las personas con la que nos hemos puesto de acuerdo sobre qué tipo de pesquería queríamos y después, vos le podés reprochar su gestión pública, pero no podés negar que tiene en su haber la zafra más grande en la historia de Chubut.
R.P: Y por otra parte es el funcionario que niega al INIDEP los datos de su provincia.
R.C: Sí, también, en algunas cosas estoy de acuerdo con él y en otras no, como en esa. Gabriel hizo muchas cosas bien: frenó los rebotes, limitó los cajones y también es cierto que es cuestionado por no prestar información al INIDEP o por no ser abierto a todos los sectores empresarios y, la verdad, tendrá él que revisar qué hizo bien o mal, al final de su mandato.
R.P: También hacés una afirmación delirante cuando decís que la pesca podría exportar más que el campo cuando la proporción es cien a uno. La pesca exporta 2 mil millones y el campo 200 mil millones ¿En qué te basás para decir eso?
R.C: Acuicultura.
R.P: No, eso es imposible en un futuro próximo. Vos reproducís una afirmación infundada y fuera de contexto que hace la Dirección de Acuicultura donde, en base a cálculos en el aire y conjeturando que tuviéramos las mismas condiciones de otros países y replicásemos su crecimiento, deliran con 150 mil puestos de trabajo y 2500 millones de dólares de producción.
R.C: Ecuador produce un millón doscientas cincuenta mil toneladas de Vannamei y genera empleo a doscientas cincuenta mil personas.
R.P: Eso es en el contexto de un clima cálido y estable, que acá existe en muy pocos lugares, y costos de producción muy bajos.
R.C: Puede ser que peque de optimista, pero veo como un potencial tener 5000 kilómetros de frente marítimo de donde extraer agua y hacer cultivos en piletones. Creo que hay un universo para crecer.
R.P: En el libro decís que cuando una persona viene a pedir trabajo habla de sus condiciones y cuando lo obtiene empieza a hablar de sus derechos; decís que la fuerza gremial muchas veces atenta contra el desarrollo del sector, lo importante que sería sanear y promover el sistema cooperativo y destacás lo negativo del costo laboral, las cargas sociales y la conflictividad social.
R.C: Primero que en la acuicultura no estarían estos gremios, tendríamos toda una base nueva para empezar a discutir. Yo lo que estoy diciendo es que Argentina tiene arroyos, lagos, ríos y cinco mil kilómetros de costa que me permiten soñar con ese desarrollo. Me dirás que peco de optimista, de exagerado, sí, puede ser. Pero si bien hoy no están dadas las condiciones eso no quiere decir que no tengamos el potencial.
R.P: ¿Y cómo podríamos multiplicar el empleo en tierra con lo que hoy pescamos?
R.C: Primero tiene que ver con una cuestión sindical, cuánto está dispuesto el gremio en permitir la incorporación de tecnología que complemente a la mano de obra para achicar los costos de procesamiento. También pasa que el trabajador langostinero no quiere ganar la mitad trabajando otra especie y no se puede pagar lo mismo cuando procesas anchoa o merluza, no dan los costos. Entonces los que no quieren entender esa cuenta, tendrán que seguir como están, laburando solo cuando hay langostino y tendrían que permitir que se pueda emplear a otros trabajadores para trabajar otras especies, porque tienen que entender todos que también tenemos una responsabilidad social y, SOMU, SUPA, STIA y los demás sindicatos, debieran aceptar que tomemos otras personas que quieran trabajar a anchoa o merluza. Con otros valores, es cierto, pero tenemos que hacernos responsables del rol que nos toca como generadores de riqueza. Hay mucha gente que necesita trabajar y podría vivir dignamente con la mitad de plata que se gana en el langostino.
R.P: ¿Y el empresario está dispuesto a trabajar todo el año?
R.C: Bueno, ahí entramos en una cuestión muy sensible. Personalmente en esto creo en un Estado intervencionista, creo en las políticas públicas y si te doy un permiso de pesca te tengo que obligar a que trabajes todo lo que se pueda, porque es tu responsabilidad social como empresario. Porque si el empresario hace lo que quiere las cosas terminan mal. ¿Querés pescar 1800 toneladas de langostino? Bueno, te felicito, pero me pescás 400 de merluza y 50 o 100 de anchoa. Para eso tienen que estar las políticas públicas. Porque la licencia es mía pero el mar es de todos los argentinos.
R.P: También decís que te carcome ser parte de un sistema tóxico que atenta contra el mar y la ecología, hablás de una muerte lenta y agónica del mar; de desidia y falta de empatía con el medio ambiente y tildás a empresarios y trabajadores como autores del hecho, a las autoridades como partícipes necesarios y al poder legislativo como cómplices secundarios. Hablás de que se tiran cajones al mar, peces muertos, derrames de líquidos contaminantes, amoníaco, que la bomba de baldeo tira al agua toda la mugre de la cubierta de los barcos, que se descartan 84 toneladas de peces por día, que nunca se invirtió un peso en capacitación o educación de los trabajadores, entre otros problemas. Y decís que vos te considerás la “oveja negra” del sector porque hacés autocrítica, no porque no hagas todos esos desastres que describís en el libro. ¿No es un poco liviano de tu parte?
R.C: De hecho, reconozco que nunca invertí un peso en capacitar a mis trabajadores, lo puse expresamente. Es que tenemos que empezar a debatir el tema porque hasta acá solo venimos escondiendo los problemas. Este capítulo me deparó el enojo muy grande de todos mis colegas.
R.P: Y… sí. Lo primero que deben pensar es: ¿Qué se cree este tipo?, si hace lo mismo que hacemos todos.
R.C: Es cierto, yo soy parte de eso, nunca dije lo contrario, lo que estamos haciendo es grave y llegó el momento de que reconozcamos lo que hacemos mal. No solo la pesca, la sociedad en su conjunto, Te invito a que recorramos la costa y vas a ver si no es un problema que engloba a toda la sociedad: las bolsas, las botellas, la mugre que produce la sociedad es muy superior a la que produce la pesca. Estamos haciendo cosas incomprensibles donde mi hijo no tiene en la escuela la educación necesaria para ser cuidadoso con el ecosistema. Entonces ¿cuánto más cuidadosos aún debiéramos ser nosotros que vivimos directamente de eso? Pero es un tema del que no hablamos y eso es lo que estoy proponiendo. No es solo salir a poner plata cuando nos exponen los medios. Yo le pregunto a mis colegas por qué quieren que mienta. Que me digan ¿cuántas reuniones tuvimos en los últimos diez años para hablar de medio ambiente? Entonces que no se enojen, que asuman que vivimos de este ecosistema, vivimos del mar y de ese equilibrio necesario para nosotros que pescamos, pero también para aquellos que van a disfrutar a la playa. ¿Por qué no lo estamos cuidando? ¿Por qué parecería que no nos importa? Como sector productivo tenemos que tener una doble responsabilidad. Fijate que ni siquiera hablamos de reparar la huella de carbono que, en el caso de Rawson, no es tan importante, es mínima. Por lo menos podríamos ponernos de acuerdo aunque sea en forestar, como primer paso.
R.P: Es sabido en el sector el apoyo que dieron a Nacho Torres en su llegada a la gobernación. A la par de eso, aparece tu libro y tus posgrados en temas pesqueros. ¿Te estás candidateando a Secretario de Pesca?
R.C: Te lo dejo claro, no voy a ocupar ningún cargo público a nivel provincial ni nacional en los próximos cuatro años y menos en pesca, donde creo que tengo más para aportar como empresario que como funcionario
R.P: También debieran asumir como empresarios el déficit que hay en la generación de cuadros políticos y técnicos capaces de asumir cargos públicos…
R.C: Es cierto y por mi parte estoy formando la Fundación Latinoamericana de Sostenibilidad Pesquera que voy a sostener con fondos propios.
R.P: En el libro proponés la formación de comisiones de trabajo entre los Estados parte para regular la pesca fuera de las 200 millas.
R.C: Estuve una semana en las Islas Malvinas y estuve con la Directora de Pesca. Me reuní para conocer cuánto pescan, de qué especies, con qué flota, saber sus límites, dónde descargan y ella cree que es absolutamente posible hacer algo para afrontar esa problemática. El problema es que, desde que gobierna el kirchnerismo, se retrocedió mucho en la relación con los isleños. Debiéramos, sin abordar el tema soberanía, hablar de los recursos pesqueros que nos son comunes. Ellos están dispuestos, el problema somos nosotros. ¿Por qué no podríamos ir juntos a la FAO a plantear un desplazamiento de la flota, o acaso Ecuador no logró desplazar esa flota de las Galápagos?
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