Investigadores del Conicet estudian la posibilidad de desarrollar la explotación pesquera de las medusas, mejor conocidas como aguas vivas.
En Asia se consumen desde hace miles de años. En los mares argentinos hay una especie con potencial comercial. Un estudio busca determinar si la gente las comería.
«¿Qué tan dispuesto estaría a comprar comida que contenga medusas?». Con esa pregunta, entre otras, investigadores del Conicet intentan evaluar a través de una encuesta virtual la posibilidad de instalar el consumo alimenticio de medusas en América Latina. Lo que por estas tierras se conoce como «agua viva» y se asocia al peligro de ser picado en la playa, en diferentes países de Asia se come desde hace miles de años.
Beneficio
Según los investigadores, el comercio de medusas podría ser beneficioso para el desarrollo económico de comunidades pesqueras artesanales de la Costa Atlántica bonaerense: «En Argentina hay una especie de medusa que tiene potencial comercial, se pescaría entre Pinamar y San Clemente del Tuyú, durante el verano, justamente en la temporada en la que hoy en día los pescadores artesanales tienen menos trabajo», dijo a Página 12 Agustín Schiariti, investigador del Conicet en el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (Inidep), quien está a cargo de la investigación.
«Hace algunas décadas comer sushi era algo extraño, generaba asco o temor por lo crudo, pero hoy lo consume mucha gente. Estos trabajos llevan tiempo y el objetivo de la encuesta es poner en números la sensación que genera la posibilidad de comer medusas», explicó Schiariti. La encuesta en cuestión –se puede responder en este sitio– se completa en unos 5 a 10 minutos y está orientada a cualquier persona mayor de edad de quince países de Latinoamérica. Desde la consulta concreta por si «comerías medusa» hasta comparaciones con otros posibles alimentos que, en teoría, generarían rechazo –como la carne de mono–, las preguntas apuntan a caracterizar la idea que se hace la población sobre el posible consumo de medusa.
La encuesta busca caracterizar ciertos hábitos socioculturales en relación al consumo de alimentos desconocidos. «Se busca medir en nuestras sociedades el nivel de neofobia y de ‘sensibilidad al disgusto’ en función de ciertas características socioeconómicas y sociodemográficas», explicó el investigador.
«En general en Latinoamérica compartimos una percepción bastante negativa de lo que conocemos como ‘agua viva’. Es algo que te pica y te lastima, en algunos países incluso la llaman ‘agua mala’», señaló el investigador. A pesar de esta percepción en principio negativa, según Schiariti «en las primeras respuestas hemos visto mucha diversidad de respuestas: hay quienes dicen que les da asco, pero hay otros que se copan con la idea de probar algo que consideran extraño».
Pesquería
El investigador del Conicet estudia desde 2004 la posibilidad de desarrollar en Argentina una pesquería de medusas. De las miles de especies de medusas que circulan en los mares de todo el mundo, en las cosas argentinas, más precisamente en la mitad norte de la plataforma marítima de la Provincia de Buenos Aires, hay una que tiene potencial para convertirse en un recurso pesquero.
En el marco de su trabajo, Schiariti llegó a procesar las medusas argentinas para llevar el producto final a Asia: «Como acá no había manera de evaluar su calidad, lo llevamos allá. En China les gustó e incluso han venido en más de una oportunidad a pedir información para comprar el producto», contó.
Consumo
Las medusas, en varios países de Asia, son un alimento milenario y hoy en día forma parte de platos cotidianos. Según Schiariti, en general no se come como plato principal, sino que se cocina en sopas o ensaladas junto con otros ingredientes: «La probé en diferentes lugares y hay una diversidad muy grande en las formas de comerla. El sabor es suave, algo similar al ‘sabor a mar’ que tienen las algas. Pero más que sabor lo que aporta es una textura entre gomosa y crocante», detalló. El tejido de la medusa está conformado en un 95 por ciento por agua, «justamente por eso le llamamos ‘agua viva’», comentó Schiariti, quien agregó que en aquellas especies comestibles «el cinco por ciento restante es en general proteínas, mayormente colágeno”.
En cuanto a las posibilidades económicas que abriría la pesca comercial de medusas, Schiariti indicó que «en todo el mundo las pesquerías de medusa se desarrollan a escala artesanal. En nuestro caso estaría dirigida a la comunidad de pescadores artesanales bonaerenses. Para ellos sería muy bueno porque las medusas se pescan en verano, entre enero y mayo, justamente en la temporada en la que hoy en día tienen menos trabajo».