La COVID-19 ha afectado de lleno a la actividad de la denominada “flota amarilla” de Chubut, en Argentina. Su pesquería de langostino, que suele finalizar en los primeros días de otoño -primavera en Europa-, cerró antes de tiempo y el valor de las descargas ha caído un 30 %, según han trasladado a IP desde la Cámara de la Flota Amarilla de Chubut (CAFACH).
La asociación indica que el volumen de capturas no se ha visto alterado de manera destacable, pero la pandemia ha derivado en una serie de complicaciones que han dificultado el desempeño comercial de la pesquería de langostino patagónico. Giuliano Vestuti, armador de la CAFACH, señala que las principales causas son un “aumento de retenciones, presencia de mercados deprimidos, una contundente oferta y disminución de precio de vannammei”, además de sumar el contexto de la pandemia por el coronavirus.
“Es difícil predecir cuánto tardará en reactivarse al 100% la cadena productiva y la demanda que prevé ser la más compleja de la última década en términos de volúmenes y precios”, indica el portavoz de la organización. Según Vestuti la recuperación supone un desafío que pasa por “reinventarse comercialmente para poder posicionar al Langostino Argentino Salvaje en nuevos mercados y en los volúmenes que desde hace unos años a la fecha se viene realizando”. En su opinión, habrá que trabajar en la imagen y en el valor añadido para diferenciar al langostino salvaje del camarón de cultivo “considerándolo un competidor directo para captar nuevos mercados y consumidores.”
La buena campaña en cuanto a capturas se complementado con un desarrollo positivo en lo referido a la sostenibilidad de la pesquería. Giuliano Vestuti, destaca los bajos niveles de “by catch” obtenidos, lo que podría ser un aliciente añadido para la certificación del langostino chubutense patagónico, “permitiéndole el ingreso en nuevos mercados a precios más competitivos”.