La acuicultura genera menos emisiones que cualquier otra carne y maneja proyecciones por US$ 1,5 billones globales de facturación. El país tiene todo para competir pero arrancó tarde con respecto a vecinos como Chile o Ecuador.
Un nuevo informe del Banco Mundial reveló que la acuicultura (el cultivo de peces, crustáceos y otros organismos acuáticos en ambientes controlados) representa la oportunidad de inversión más prometedora para construir sistemas alimentarios sostenibles en los próximos 25 años, con un potencial de US$ 1,5 billones (1,5 trillones en la nomenclatura sajona) a nivel global y la capacidad de generar 22 millones de empleos hacia 2050. El documento Harnessing the Waters, elaborado junto al Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), posicionó a América Latina como una de las regiones con mayor potencial de crecimiento sectorial, lo que abre interrogantes sobre el rol que podría desempeñar Argentina en esta revolución productiva.
La acuicultura ya superó a la pesca de captura tradicional y representa el 60% de la producción mundial de productos del mar, con aproximadamente 130 millones de toneladas métricas anuales. La proyección del organismo internacional indica que la demanda global de proteína marina continuará creciendo para alimentar a los 10.000 millones de personas que habitarán el planeta en 2050, mientras las pesquerías salvajes alcanzaron el límite de su capacidad productiva.
En este contexto global, Argentina presenta una paradoja evidente: el país importa entre US$ 40 y US$ 45 millones anuales de salmón chileno, pagando entre 30 y 35 dólares por kilo en supermercados locales, mientras que del otro lado de la Cordillera el mismo producto se comercializa a 15 dólares. Esta brecha no solo refleja costos logísticos, sino también una oportunidad de desarrollo que el país apenas comenzó a explorar con una producción acuícola total de apenas 10.000 toneladas anuales.
La Patagonia como laboratorio acuícola
La región patagónica emergió como el escenario natural para el desarrollo de la acuicultura argentina, principalmente a través de proyectos de trucha en los embalses de Piedra del Águila y Alicurá, ubicados en Río Negro y Neuquén. Estos desarrollos, que incluyen inversiones de capitales chilenos, ya producen más de 2.000 toneladas anuales y proyectan alcanzar un potencial productivo de 25.000 toneladas en el mediano plazo.
Las ventajas competitivas de la región patagónica para la acuicultura resultan evidentes: aguas frías, oxigenadas y prístinas que crean condiciones ideales para especies de alto valor como truchas y potencialmente salmones. Las temperaturas estables y la excepcional calidad del agua, producto de la menor contaminación industrial, generan un ambiente productivo que pocos lugares en el mundo pueden ofrecer. Además, la proximidad a mercados de alto poder adquisitivo como Buenos Aires y Brasil representa una ventaja logística significativa.
El desarrollo tecnológico aplicado a estos proyectos marca una diferencia sustancial respecto a las prácticas tradicionales. Los nuevos sistemas de monitoreo automatizado permiten controlar en tiempo real parámetros críticos como temperatura del agua, niveles de oxígeno y comportamiento de los peces, mientras que la implementación de inteligencia artificial optimiza los procesos alimentarios y reduce desperdicios. Empresas como Newsan anunciaron inversiones de US$ 22 millones en proyectos integrales que incorporan estas tecnologías de última generación.
La biotecnología también juega un rol central en esta nueva acuicultura argentina. El desarrollo de líneas genéticas específicamente adaptadas a las condiciones patagónicas mostró resultados prometedores, con truchas que alcanzan pesos de 2,8 a 3 kilos y han logrado exportaciones exitosas a mercados exigentes como Japón. La integración de sistemas acuapónicos, que combinan acuicultura con agricultura hidropónica y están siendo desarrollados por el CONICET, representa otra innovación que maximiza la eficiencia de recursos al transformar residuos de peces en nutrientes para vegetales.
La revolución sustentable que transforma el sector
El informe del Banco Mundial subrayó que la acuicultura presenta la menor huella de carbono entre todas las fuentes de proteína animal, una característica que se vuelve estratégica en un mundo cada vez más consciente del cambio climático. Los peces de cultivo requieren apenas 1,2 kilos de alimento para generar un kilo de peso corporal, mientras que la producción bovina demanda entre 4,5 y 7,5 kilos de alimento por kilo de carne producida. Esta eficiencia no solo reduce costos operativos, sino que minimiza la presión sobre recursos naturales.
«Para alcanzar el máximo potencial de la acuicultura, debemos adoptar prácticas que no solo sean productivas, sino también ambientalmente responsables, socialmente inclusivas y económicamente viables», indicó Genevieve Connors, directora global interina del Departamento de Medio Ambiente del Banco Mundial. La funcionaria agregó que «este es un llamado a la acción: a profundizar la colaboración, a invertir con audacia en nuevas tecnologías acuícolas y a fomentar una mayor coordinación entre los sectores público y privado».
Esta perspectiva adquiere particular relevancia en Argentina, donde el debate sobre la sustentabilidad de la acuicultura se intensificó tras la prohibición de la salmonicultura en Tierra del Fuego en 2021. La Legislatura provincial aprobó por unanimidad la ley 1.355 que prohíbe el cultivo de salmones en aguas continentales y marítimas de la región, principalmente en el canal Beagle, debido a preocupaciones sobre el impacto ambiental que esta actividad había generado en países como Chile. Sin embargo, la norma permitió excepciones para instalaciones terrestres con sistemas cerrados de recirculación, una tecnología que minimiza los riesgos ambientales al evitar el contacto directo con ecosistemas naturales.
El panorama legislativo podría modificarse en los próximos meses, ya que legisladores de La Libertad Avanza presentaron un proyecto para derogar parcialmente la prohibición y habilitar el cultivo de salmónidos utilizando sistemas cerrados, manteniendo vedada únicamente la implementación de jaulas marinas en el canal Beagle. El proyecto, impulsado por los legisladores Agustín Coto y Natalia Graciania, obtuvo dictamen de comisión en agosto pasado y podría llegar al recinto legislativo próximamente. En abril de este año, el gobernador Gustavo Melella inauguró el Centro de Desarrollo Pesquero y Acuícola en la estación de Piscicultura de Ushuaia, enfocado en el desarrollo de trucha arcoíris mediante tecnologías terrestres que no interfieren con el ecosistema marino.
Sergio Nates, director sénior de Acuicultura del WWF, afirmó que «la acuicultura es una de las formas más sostenibles de producir proteína animal y será esencial para alimentar a la creciente población mundial». Nates añadió que «a medida que el sector continúa expandiéndose, posee un inmenso potencial para generar un impacto social positivo a nivel mundial».
El contraste regional y los desafíos pendientes
Mientras Argentina desarrolla tímidamente su potencial acuícola, otros países de la región ya consolidaron posiciones dominantes en el mercado global. Chile se posicionó como el segundo productor mundial de salmón y trucha con 1.089.924 toneladas que se traducen en exportaciones por US$ 6.500 millones y 86.000 empleos directos. Ecuador, por su parte, produce 1,2 millones de toneladas de langostinos con exportaciones por US$ 6.068 millones.
El informe del Banco Mundial analizó siete industrias acuícolas consolidadas a nivel mundial —Bangladesh, Chile, China, Ecuador, Egipto, Tailandia y Vietnam— para identificar los factores de éxito que moldearon su desarrollo. En todos los casos, la combinación de políticas públicas favorables, inversión en tecnología y desarrollo de cadenas de valor integradas resultó fundamental para alcanzar escalas comerciales significativas.
Argentina enfrenta desafíos específicos para capitalizar esta oportunidad. La coordinación entre jurisdicciones nacional, provincial y municipal para permisos y regulaciones sigue siendo compleja, pese a la implementación en 2023 de una nueva reglamentación nacional para acuicultura sustentable que busca optimizar los procesos. El sector también requiere formación de capital humano especializado, desde biólogos marinos hasta operadores de sistemas automatizados, lo que demanda adaptaciones curriculares en universidades patagónicas.
El desarrollo de marcas y canales de comercialización internacionales representa otro desafío que requiere inversión sostenida en marketing y certificaciones internacionales. La experiencia de otros países muestra que los errores en las etapas iniciales de desarrollo pueden generar resistencia social y regulatoria que Argentina tiene la oportunidad de evitar implementando las mejores prácticas desde el inicio.
La ventana de oportunidad que enfrenta Argentina presenta características únicas: mercados globales en crecimiento, tecnología accesible, condiciones naturales excepcionales y marcos regulatorios en desarrollo. Sin embargo, otros países de la región avanzan aceleradamente, y las ventajas del pionero en ciertos segmentos se están definiendo en estos años. Chile tardó tres décadas en construir su industria salmonícola y Ecuador desarrolló su sector camaronero en dos décadas. Con la tecnología y el conocimiento disponible actualmente, Argentina podría comprimir esos tiempos significativamente si logra articular una estrategia integral que combine inversión privada, políticas públicas adecuadas y desarrollo tecnológico.
Fuente: El Observador