En el día de ayer, la FAO hizo público su informe bianual conocido por SOFIA, pero también publico un documento técnico en el que recoge prácticas destinadas a mejorar las cadenas de valor de la pesca en pequeña escala, las operaciones posteriores a la captura y la comercialización. Con este fin, el documento recoge casos de estudio de diferentes pesquerías en el mundo y analiza los factores favorables así como los desafíos y las oportunidades que presentan. El objetivo es que estos casos puedan servir de ejemplo y aplicarse en la mejora de la gestión de otras.
FAO reconoce que en muchas comunidades pesqueras de pequeña escala los actores no se implican en la toma de decisiones y es vital que se realicen esfuerzos para permitir la organización social “ya que no hacerlo impide la plena extensión de sus derechos humanos, incluidos sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales”. “Igualmente importante, es que los trabajadores pesqueros cuenten con la capacidad y las instalaciones para optimizar la cantidad y la calidad del producto que se comercializa, ya que también es crucial para reducir la presión sobre los recursos y preservar los ecosistemas marinos”, recalcan desde FAO.
Según las estimaciones de FAO, el empleo en la pesca en pequeña escala absorbe más del 90 por ciento de los aproximadamente 120 millones de personas que trabajan en la pesca, y el 97 % se ubica en países en desarrollo, la mitad mujeres, en su mayoría dedicadas a actividades posteriores a la captura, especialmente comercialización y procesamiento. “Los gobiernos, las empresas privadas, las ONG, las agencias de desarrollo y la sociedad civil tienen un papel esencial que desempeñar en la mejora de las cadenas de valor, las operaciones posteriores a la captura y el comercio para facilitar que los pescadores de pequeña escala puedan acceder al mercado ya que ello contribuye a mejorar la seguridad alimentaria y la reducción de la pobreza”, asegura el organismo de Naciones Unidas.