“Diversos estudios comprueban que los peces son capaces de experimentar placer, miedo, dolor y muchas otras sensaciones que pertenecen al mundo emocional de cualquier animal y sufren inmensamente bajo condiciones de estrés prolongado”, escribe Dulce Ramírez de Igualdad Animal.
Las redes de pesca en la industria alimentaria no discriminan y arrasan con todo a su paso. ¿Qué podemos hacer para pararlo? ¿Cómo podemos evitar ser parte de tal devastación?
Debido a que viven en un medio tan distinto al nuestro, tendemos a pensar poco en los peces o a no sentir empatía hacia ellos. Pero mientras que admiramos su belleza en documentales o cuando los observamos al nadar, olvidamos lo que implica para ellos ser arrancados de su entorno y arrastrados dentro de las redes, para luego agonizar por minutos sobre la cubierta de los barcos antes de ser matados o congelados.
Diversos estudios comprueban que los peces son capaces de experimentar placer, miedo, dolor y muchas otras sensaciones que pertenecen al mundo emocional de cualquier animal y sufren inmensamente bajo condiciones de estrés prolongado. Por ejemplo, cuando enfrentan la imposibilidad de respirar luego de ser sacados del mar. Esta agonía termina solo con la muerte violenta o la congelación.
Esta semana en las redes sociales se hizo viral la noticia de una red de arrastre usada para la pesca de atún que mató a más de 300 tortugas marinas de nombre común Golfina, las cuales se encontraron enmalladas en el mar en Oaxaca. Las autoridades ahora hablan de que corresponde a la pesca ilegal. Pero este hecho no es aislado. Esto pasa todos los días a causa de la pesca industrial. Así lo han demostrado diversas investigaciones que hemos realizado en Igualdad Animal. La más reciente es la que el equipo de Igualdad Animal Italia presentó el pasado mes de agosto.
La investigación muestra estremecedoras imágenes que revelan las terribles condiciones de los peces durante la pesca de arrastre en el mar Mediterráneo, particularmente en la costa de Cerdeña en Italia.
Las imágenes obtenidas por nuestro investigador encubierto revelaron que las redes capturan cientos de miles de peces que, arrancados de su entorno, se retuercen en agonía mientras luchan por respirar mientras sus órganos internos salen por sus bocas debido a la descompresión.
Los peces y otros animales considerados desecho son tirados al mar, heridos o ya muertos. El resto de ellos, mientras permanece asfixiándose en la cubierta del barco busca desesperadamente una vía de escape.
Los operadores atraviesan a las anguilas con ganchos para que se desangren, provocándoles un inmenso dolor hasta morir, y destripan y decapitan a los peces estando aún conscientes. También, los peces son congelados vivos en cámaras frigoríficas.
Según los últimos informes de la FAO y Oceana, corremos el riesgo de que para 2048 no haya peces en los mares. En particular, el mar Mediterráneo está en grave peligro. Además, una de las amenazas destacadas por ambos organismos es la práctica constante de la pesca ilegal que sucede en un mundo donde la demanda de carne de pescado está alcanzando picos nunca antes vistos, incluso excediendo el de la carne de otros animales.
Desde hace algún tiempo, en Igualdad Animal estamos trabajando para reducir el sufrimiento de estos animales. No solo con respecto al consumo de peces capturados en el mar y con todas las consecuencias que esto conlleva, sino, especialmente, con respecto a la acuicultura y sus facetas aún por verificar y potencialmente muy peligrosas.