Las mujeres participan activamente en la fase previa a la pesca y en el procesamiento y comercialización del producto, pero sufren la exclusión en una industria que sigue controlada mayoritariamente por los hombres, así lo informó en este trabajo especial el portal RT.
Desde que tiene recuerdos, Aracely Méndez creció viendo el mar azulado y escuchando el viento que mece las olas, aunque siempre se ha quedado con ganas de más. “Si por mí fuera, viviría en la orilla, pero no se puede”, dice ‘Chely’ desde la ensenada de La Paz, al sur de la península de Baja California.
Esta mujer de 44 años se quita poco a poco los nervios de su primera entrevista telefónica y recuerda, llena de orgullo, cuando sus abuelos la llevaban a pescar siendo una niña. La emoción de formar parte de la quinta generación de pescadores contrasta con el complicado camino que ha tenido que recorrer para llegar a hacerse un lugar en esta actividad.
En el imaginario, la imagen de la pesca es un hombre que pasa horas en una barca, con redes de apoyo y una paciencia sobrehumana. Pero la extracción es tan solo una parte del proceso que llevan a cabo las pesquerías ribereñas de México, un conjunto de actividades en que las mujeres participan activamente tanto en la fase previa —con la reparación de artes y la preparación de logística—, como en el periodo posterior a la captura —con el procesamiento y comercialización del producto—, pero casi siempre ellas son invisibilizadas de la toma decisiones y, por ende, no trabajan en condiciones de igualdad.
“Si nosotros pensamos únicamente en la pesca como sinónimo de sector pesquero estamos invisibilizando múltiples tareas, actividades y a múltiples actores que contribuyen en el mismo”, dice Neyra Solano, jefa de Fortalecimiento de Líderes y Organizaciones Pesqueras de Comunidad y Biodiversidad (Cobi), una asociación que promueve la conservación marina y la pesca sustentable, y que ha sido clave para ayudar a Aracely en su propia revolución.
Neyra conoció a ‘Chely’ en 2017, como parte del programa de igualdad de género que dictó Cobi a 13 líderes comunitarios de pesquerías de tres regiones de México: Golfo de California, Pacífico Norte y el Caribe. El objetivo de la organización con estos talleres es promover la participación igualitaria en los procesos de toma de decisión de las comunidades pesqueras, un punto nodal para mejorar las condiciones de vida de las mujeres.
Mujeres excluidas
Como Aracely, miles de mujeres luchan para ser reconocidas en una industria que las marginaliza. A nivel mundial, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) estima que las mujeres representan el 19 % de las personas empleadas directamente por la pesca, pese a que representan hasta el 50 % de la mano de obra postcaptura en la pesca artesanal, y en algunas pesquerías, alcanzan el 90 %, según información recabada por Datamares
En México, la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) calcula que hay cerca de 22.000 mujeres empleadas directamente por el sector. Sin embargo, como advierten en un informe las investigadoras Inés López Ercilla y Raquel López-Sagástegui, “existen pocos datos que dejan ver cuántas mujeres trabajan en la pesca, en qué condiciones y el valor económico que aporta su trabajo”.
“Antes no nos involucrábamos con los hombres, ellos a la pesca y nosotros a la vigilancia y cada quien hacía su trabajo”, recuerda ‘Chely’. Tras tomar el programa de igualdad de género, a donde llegó “muy tímida” y “muy callada”, según cuenta Neyra, Aracely comenzó a involucrarse cada vez más en las actividades de la Organización de Pescadores Rescatando la Ensenada (OPRE), de la que es parte.
Logros de Aracely
En un par de años, ‘Chely’ comenzó un camino casi sin freno: se certificó en buceo para ayudar en las actividades que realiza OPRE para promover la pesca y acuacultura sustentable; realizó actividades de vigilancia para resguardar el callo de hacha (una especie de molusco), reproducirlo y evitar que se lo roben en periodos de siembra; aprendió a reparar trajes de neopreno e incluso enseñó a otras comunidades cómo hacerlos, una salvación para decenas de pesquerías que carecen de los recursos necesarios para repararlos.
Ese mar de logros implicó que Aracely se quitara una barrera muy presente en las pesquerías de México, ya que muchas veces, “las mujeres no se reconocen o identifican a sí mismas como parte del sector pesquero porque se consideran ayudantes del hombre pescador“, según explica Neyra Solano, una de las personas que han ayudado a que líderes de comunidades pesqueras comiencen a aceptarse, a reconocerse y a organizarse.