En el puerto de Mar del Plata se ha consolidado un estándar de calidad excepcional en la descarga de langostino fresco, fruto de una cadena productiva que comienza mucho antes de que las embarcaciones arriben a tierra.
Este resultado no es fortuito ni depende de factores circunstancial; responde a un proceso estructurado, con prácticas meticulosas y una cultura de trabajo orientada a la excelencia, donde cada detalle cuenta y la improvisación no tiene lugar.
El pilar de esta calidad radica desde el inicio en la calidad del agua utilizada para la producción de hielo, cuya pureza es esencial para preservar la frescura del marisco. Sin un hielo de máxima calidad, la cadena de frío se vería comprometida desde su origen, afectando la integridad y el valor del producto. A bordo, la responsabilidad y el conocimiento técnico se transforman en arte, donde cada cajón es dispuesto siguiendo un protocolo inquebrantable, con una capa inicial de hielo, marisco cuidadosamente acomodado y, finalmente, otra capa protectora de hielo en escamas.
Este método, transmitido de generación en generación por los pescadores de la histórica banquina marplatense, ha sido perfeccionado con tecnología moderna y constituye la garantía de que, al momento de la descarga, el langostino mantenga su textura, frescura y sabor intactos, con no menos de 6kg de hielo por cajon descargado.
Existe una creencia extendida que la cercanía a puerto garantiza calidad, pero esta idea no resiste un análisis riguroso. Muy por el contrario, suele ser utilizada como excusa para ocultar deficiencias en el manejo y la preparación del producto. Sin un hielo de excelencia, sin una tripulación capacitada y sin un conocimiento profundo del proceso productivo, la distancia se vuelve un argumento vacío, incapaz de asegurar un resultado final satisfactorio. La verdadera diferencia se establece en la disciplina y en el profesionalismo, no en la geografía.
Este compromiso se refleja en experiencias como las descargas del BP San Matías, cuyas mareas recientes evidencian un nivel de calidad superior. La limpieza, la talla y la presentación de su langostino no son fruto de la casualidad, sino de un equipo de trabajo cohesionado que entiende que la excelencia se alcanza únicamente cuando cada eslabón de la cadena cumple su función con precisión y responsabilidad.
La filosofía colectiva de mejora continua es otro de los elementos distintivos de Mar del Plata. Desde la producción del hielo hasta la última etapa de procesamiento, se promueve una cultura de calidad que pocos puertos logran sostener. Este esfuerzo se ve potenciado por la decisión de múltiples armadores de descargar su producción en la ciudad, generando un círculo virtuoso que no solo eleva la calidad del producto final, sino que también impulsa empleo intensivo en plantas procesadoras y dinamiza la actividad en los muelles. Allí, estibadores y técnicos especializados aseguran que la frescura y el estándar se mantengan hasta el momento en que el producto es cargado en los camiones para su distribución.
Detrás de este modelo exitoso se encuentran empresarios locales comprometidos, quienes han hecho de la calidad un principio rector. Su visión se traduce en inversiones constantes para modernizar plantas, optimizar procesos y capacitar al personal, con el objetivo de fortalecer una industria que compite en los mercados internacionales más exigentes.
En definitiva, el langostino fresco descargado en Mar del Plata no se limita a ser un producto de excelencia, sino que simboliza el trabajo coordinado de una comunidad que ha elegido la calidad como su identidad. Cada ejemplar refleja un proceso en el que tradición, conocimiento técnico y visión de futuro se unen para ofrecer al mundo un producto insuperable, demostrando que la verdadera grandeza no se mide en distancias, sino en la perfección de cada detalle.
Fuente: Pescare