Las ventas de langostino siguen cuesta abajo y los precios acompañan la caída. China, que parecía despertar de un largo letargo, sigue sin hacer pedidos que reactiven el mercado. En una Europa en recesión, España e Italia, los principales compradores del langostino congelado a bordo, no realizan pedidos, tienen stock que no se mueve ni se moverá al menos por un tiempo a pesar de la flexibilización de la cuarentena, indicó REVISTA PUERTO.
De Estados Unidos llegan algunos pedidos puntuales y esporádicos pero hay poca circulación y la incertidumbre es muy grande. Solo Japón compra un poco a sus históricos proveedores. El precio del langostino está en el piso histórico más bajo; si se vendiera no cubriría los costos y mucho menos los imponderables del Covid-19, si un tripulante tiene temperatura, deben aplicarse los protocolos para evitar el contagio y aumentan los costos.
Ante este panorama, las empresas han decidido en su mayoría amarrar los barcos y pagar el sueldo garantizado a sus empleados. “Hay que parar para sobrevivir”, es una premisa que por estas horas resume la postura del sector empresario.
“En Estados Unidos tenemos siempre la guerra con el vannamei pero lo peor es que no hay demanda consolidada. Existen oleadas de consumo ante la alarma de un posible desabastecimiento pero luego se corta porque no hay circulación de producto y los precios se mantienen bajos. El nivel de incertidumbre es muy alto, ellos están pasando por un momento crítico. En el caso de China tampoco se reactivaron las ventas, hay consultas pero no hay pedidos, muy poco de colas pero nada con continuidad”, cuenta Pablo Otegui, responsable de Pesquera Veraz. Es uno de los empresarios que ya ha decidido parar toda su flota porque las condiciones no están dadas en este escenario. “Debemos dejar de pescar para poder sobrevivir”, cierra.
La lista de empresas que han decidido dejar de pescar langostino en el sector norte va creciendo a medida que pasan las horas y en diez días es probable que prácticamente no queden barcos pescando en esa área. A las muy escasas ventas que se registran debe sumarse que el precio está en el nivel más bajo de su historia y muchos no están dispuestos a vender el pescado por un valor menor del que les cuesta capturarlo.
En febrero del año pasado el L1 congelado a bordo se cotizaba en 8 dólares el kilo; luego de que unos 60 barcos pescaran langostino en el sector norte, el precio cayó a 6,80 dólares empujado por la sobreoferta y una baja calidad de producto. El año terminó con un langostino de 6,40 dólares pero siguió bajando y tras la llegada del Coronavirus hoy las ofertas son de 4,50 dólares. Con estos valores las empresas aseguran estar un dólar por debajo de los costos y por eso muchos han decidido parar.
La cuenta que realizan los armadores es simple: si mantienen los barcos amarrados deben afrontar gastos fijos y sueldos garantizados que en el peor de los casos les generarán pérdidas por cien mil dólares. Pero si pescan mil toneladas de langostino y no tienen a quien venderlo o deben perder un dólar por kilo, la pérdida es de un millón de dólares. Aseguran que de eso, nadie podrá recuperarse.
“Por primera vez en 18 años no sacamos ninguno de nuestros barcos y estamos viendo cuántos vamos a sacar cuando comience la temporada de Nación. Habrá que repensar la pesca del congelado a bordo y limitar las capturas para no saturar un mercado que comprará muy poco. Si salimos todos los barcos a pescar el precio que hoy ya está por el piso seguirá bajando, tenemos que encontrar la forma de no seguir con un precio por debajo de los costos. Además si tenemos en cuenta el último informe del INIDEP, que no nos es favorable, podríamos permitirle al recurso recuperarse”, señala Damián Santos responsable de Congeladores Patagónicos y dirigente de CAPIP.
A raíz de la crisis desatada por el coronavirus, la Unión Europa afrontará la peor recesión de su historia. Algunos analistas comparan lo que pasa en Francia y Alemania con las crisis del año 29 o con el Mayo del 68, pero con el agravante de que la recuperación podría ser aún más dificultosa porque en esta oportunidad la crisis es mundial. En Francia la caída del PBI fue del 6% en el primer trimestre y en Alemania para el segundo semestre se espera un desplome cercano al 10 por ciento. El 2020 lo proyectan como un año en el que deberán apoyar a los empresarios y los empleados para poder recuperarse más rápido en 2021.
“No hay nada peor que negar la realidad, el 90 por ciento del langostino congelado lo consumen los turistas y el turismo está parado. En Europa irán abriendo poco a poco las playas, los hoteles y restaurantes pero este verano en España por ejemplo vacacionarán los españoles y no es el público que consumen langostino, los que consumen son los extranjeros, los alemanes, los ingleses… Tenemos que prepararnos para esa situación, este año vamos a pescar la mitad y no lo vamos a vender con facilidad. Si salimos todos a pescar sin límite el precio va a seguir cayendo, no podemos suicidarnos”, concluye Damián Santos.
La pandemia y los cuidados que deben tenerse para evitar posibles contagios suman problemas a un escenario que ya es muy complicado. Ante un caso de gripe o fiebre de un tripulante, para evitar un posible contagio de Covid-19 se deben aplicar los protocolos sanitarios. El barco debe volver a puerto, los tripulantes deben ser puestos en cuarentena en un hotel durante catorce días y a la vez pagar el anticipo de marea aunque no se haya realizado. Esos costos para muchas empresas son imposibles de afrontar y por eso varios armadores consideran que no están dadas las condiciones para salir a pescar en este momento en el que no hay ventas.
Todos los armadores han tenido al menos uno o dos casos de gripe en cada buque, todos los años; y saben que eso va a ocurrir indefectiblemente también en este. “En condiciones normales se soluciona con medicación y reposo en el camarote. Hoy implica que el barco debe volver a puerto y ese será un costo difícil de superar”, señalan los armadores.
Por el momento mantener los barcos amarrados está siendo una opción pero pronto se necesitará actuar estratégicamente para que la industria logre subsistir y los trabajadores puedan solventarse. Los tripulantes, en muchos casos, no navegan desde octubre del año pasado y a pesar de los buenos sueldos que perciben, comienzan a agotar sus reservas.
Si las empresas pudieran mantener el garantizado durante todo el año sería un logro pero generaría un problema en las economías familiares. Con parte de la flota inactiva, los marineros que están acostumbrados a percibir entre 250.000 y 300.000 pesos pasarán a cobrar garantizados de entre 25.000 y 18.000 pesos. Encontrar un esquema que permita sobrevivir a las empresas es la garantía para que las tripulaciones puedan mejorar, al menos en parte, sus ingresos.
El trabajo conjunto de empresarios, gremios y Estado parece ser el único camino posible para encontrar un delicado equilibrio que permita llegar a todos en pie a 2021.