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Sustentabilidad, precios y langostino: La pesca de Chubut debatió sus desafíos clave en la UNPSJB

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Mientras la Secretaría de Pesca autorizaba el inicio de la temporada de langostino desde el sábado en aguas de Chubut, Trelew era escenario el pasado viernes de un debate profundo sobre la matriz productiva patagónica. Las X Jornadas de Economías Regionales, organizadas por la Facultad de Ciencias Económicas de la UNPSJB, reunieron a especialistas en diversas materias, académicos, referentes empresariales y apenas un reducido número de funcionarios con un panel pesquero que fue, sin dudas, uno de los que más miradas concentró y más contenido dejó.

Del panel moderado por el periodista Federico Sánchez, denominado “El sector pesquero en un contexto desafiante”, participaron Agustín de la Fuente, presidente de CAPIP; los empresarios Damián Santos, CEO del Grupo San Isidro, Gustavo González y Raúl Cereseto, socios de CAFACh, quienes delinearon un mapa complejo de desafíos globales, tensiones internas y nuevas oportunidades para un sector que aporta más de 2.000 millones de dólares al país.

Un sector que pide ser comprendido

De la Fuente abrió la mesa señalando un doble fenómeno compuesto por las enormes oportunidades y, paradójicamente, el desconocimiento general que aún pesa sobre la industria. Recordó que el sector genera más de 2.000 millones de dólares en divisas y más de 50.000 empleos directos, además de una extensa cadena indirecta con fuerte arraigo patagónico.

A diferencia de otros países donde los caladeros están agotados, la Argentina logró sostener el recurso gracias a una Ley Federal de Pesca que actuó, durante décadas, como verdadera política de Estado. Sin embargo, la controversia reciente en torno a la Ley Bases mostró, en conceptos del presidente de CAPIP, la capacidad del sector para reaccionar, pero también la necesidad de pasar de la “reacción” a la “respuesta”, con planificación de largo plazo y mayor inserción en el ámbito académico y social.

Un mercado global que cambió para siempre

González, protagonista directo del desarrollo de la actividad langostinera en aguas provinciales, ofreció por su parte un diagnóstico detallado de la flota de Chubut que pasó de pescar 7.000 toneladas hace 15 años a entre 75.000 y 100.000 toneladas anuales. Un salto que consolidó en la última década a la provincia como líder nacional.

Pero ese crecimiento vino con una paradoja. Los costos internos crecieron al ritmo de un producto que se vendía a valores históricamente altos, mientras en el mercado mundial emergía el vannamei como nuevo competidor. Con 5 millones de toneladas en 2023, el camarón de cultivo supera por abrumadora diferencia al langostino salvaje argentino, que representa apenas un 5% del mercado global.

El resultado de ello, recordó Gustavo González, se tradujo en una caída de precios internacionales, mayores dificultades para colocar el producto y la necesidad de “sincerar costos” para sostener la competitividad. “Los valores históricos que tenía el langostino salvaje ya no existen. El mercado se sinceró hacia abajo y tuvimos que reestructurar toda la ecuación de costos”.

En ese marco, los integrantes de la Flota Amarilla explicaron que la certificación MSC, obtenida en marzo pasado, fue un proceso que llevó casi once años de trabajo conjunto entre el sector privado y las administraciones estatales para conseguir un sello que permite ingresar a determinados mercados y logró diferenciar el producto salvaje, pero aún no permitió trasladarse a mejores precios.

Sustentabilidad

“El caladero argentino es uno de los pocos del mundo que no solo no decrece, sino que crece”, explicó en otro tramo de la presentación el responsable de San Isidro al ser consultado sobre los informes del INIDEP.

Ante un público muy variado, el dirigente empresarial explicó que existen áreas vedadas de forma permanente, espacios de reproducción protegidos y vedas estacionales que han dado resultados claros. Sin embargo, reconoció que el aumento del esfuerzo pesquero debe observarse con cautela: “Lo que el INIDEP dice es: tengamos cuidado. No sigamos incrementando el esfuerzo de forma ilimitada”.

Santos añadió un diagnóstico más estructural: “Pasamos de ser una industria extractiva a una industria que incorpora conocimiento. Pero para agregar valor necesitamos previsibilidad, y hoy la economía no la ofrece”.

Otro punto que analizó el titular de San Isidro es la dificultad para agregar valor. En un mundo donde el precio manda y los contratos de góndola exigen previsibilidad por años, la inestabilidad económica interna, incluida la inflación en dólares, impide planificar productos con mayor transformación industrial.

Mostrarse y romper el desconocimiento

Raúl Cereseto, siempre enfocado en la divulgación, insistió en un diagnóstico social y con la idea de que la pesca vive desde hace décadas “en el ostracismo”, generando desinformación tanto en la población como incluso en representantes políticos.

Consideró que, pese a ello, la pesca es probablemente la primera o segunda actividad empleadora de Chubut, con enorme potencial de crecimiento si se articulan políticas públicas, académicas y del sector privado. Recordó también el valor de la certificación MSC y la necesidad de seguir profesionalizando a jóvenes y estudiantes.

La gran asignatura pendiente

La conversación derivó luego hacia la necesidad de escapar del langostino. Hoy, la matriz productiva está tan “langostinizada” que los costos hacen inviable procesar especies como la merluza o el calamar, pese a que el recurso está disponible.

González fue claro e insistió que durante décadas Chubut procesó más de un millón de toneladas de merluza, pero los costos asociados al auge del marisco expulsaron a esa especie del esquema provincial. Santa Cruz, con condiciones laborales distintas, aprovechó ese vacío.

La anchoíta patagónica surge como alternativa; el INIDEP estima un stock frente a Chubut de más de 100.000 toneladas, y el sector ya pasó de producir cero a 7.000 toneladas en cinco años, con un proceso de certificación MSC en marcha para 2027.

Para Santos, la clave es replantear cómo incluir a quienes hoy están fuera del sistema laboral. La pesca chubutense generó empleo formal en años donde el país no lo hizo, y podría “duplicar” su capacidad si existieran condiciones para reprocesar merluza, calamar y anchoíta en la provincia.

Desafíos urgentes

La pesca volvió a mostrar en estos espacios de debate un nivel de autocrítica y visión a largo plazo pocas veces visto públicamente. Entre la necesidad de competitividad, la presión de los mercados, las alertas científicas, los desafíos laborales y la urgencia de diversificar, se perfila un sector que no solo sostiene la economía provincial, sino que podría multiplicarla si logra los consensos necesarios. Un sector que pide ser comprendido, valorado y acompañado.

Fuente: Revista Puerto