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Generar una red de santuarios marinos que cubra el 30% en aguas de altamar es la propuesta de Greenpeace generada a partir de un informe realizado por académicos de la Universidad de York. Consideran que será más efectivas que las AMP en aguas territoriales y con menor impacto socioeconómico.
Con motivo del Día de la Tierra el 22 de abril, mucha información ha circulado sobre la salud del planeta y especialmente sobre los océanos, que cubren el 70% de su superficie. Un informe recientemente publicado por Greenpeace plantea una solución a los objetivos de sustentabilidad de la ONU para el 2030 y en resumidas cuentas propone la declaración de santuarios marinos de al menos el 30% de los océanos. Lo interesante es que no pretende que las aguas territoriales sean vedadas sino aguas internacionales que están siendo seriamente afectadas por un reducido número de países ricos.
Un estudio elaborado por un equipo liderado por la Universidad de York (Reino Unido) para Greenpeace llamado “30 x 30 Guía para proteger los océanos”, recopiló “las últimas evidencias científicas para dibujar una radiografía precisa de los océanos y subrayar la urgencia de proteger las aguas internacionales”.
La comunidad científica concluyó que es necesario declarar al menos el 30% de los océanos del mundo santuarios marinos para 2030; actualmente, menos del 3% está protegido, señala el informe que presenta estrategias para proteger toda la vida marina de alta mar.
La alta mar forma un vasto patrimonio mundial que cubre el 61% del área del océano y el 73% de su volumen; engloba, además, el 43% de la superficie de la Tierra y el 70% del espacio vital en el planeta, incluyendo tierra y mar.
La riqueza del mundo marino en aguas profundas “nada tiene que envidiar a la de las aguas costeras y de la tierra”, señalan; y agregan que es la bomba biológica del océano la que “captura el carbono en la superficie y lo almacena a gran profundidad”; si no cumpliera este rol, nuestra atmósfera contendría un 50% más de dióxido de carbono y la temperatura del planeta sería tan alta que se volvería inhabitable.
Pero las aguas de alta mar “se enfrentan a la creciente explotación por parte de un puñado de naciones ricas”, señala el informe y aclara que la pesca es la amenaza humana más antigua y una de las más graves para la vida de alta mar, junto con el calentamiento global, la acidificación de los océanos, el transporte, el ruido, la contaminación por plásticos y químicos o la minería de los fondos marinos.
Este conjunto de variantes ha sometido a la vida marina a una creciente cantidad de presión que no se puede abordar de forma aislada. Es por ello que se considera que la generación de santuarios marinos es una herramienta clave para proteger los hábitats y las especies, para reconstruir la biodiversidad oceánica, para ayudar a los ecosistemas oceánicos a recuperarse y para mantener los servicios ecosistémicos vitales.
Lo destacable de la propuesta es que da un rol protagónico a la Organización de Naciones Unidas (ONU) como el órgano clave para el establecimiento de reglas que permitan “crear y gobernar los santuarios en alta mar con un instrumento internacional legalmente vinculante” fuera de la jurisdicción nacional.
En la Conferencia Intergubernamental sobre la Protección de la Biodiversidad celebrada en 2018 la ONU comenzó a negociar “la necesidad de evaluaciones de impacto ambiental exhaustivas para las actividades en alta mar, el desarrollo de capacidades para la gestión y la conservación, el intercambio internacional de beneficios de los recursos genéticos marinos y el uso de herramientas de gestión por áreas, incluidas las áreas marinas protegidas”, que espera resolver en 2020.
Desde Greenpace sostienen que “también se debe crear un mecanismo para colmar el enorme agujero legal que se encuentra en las disposiciones del Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (CDB). La CDB está destinada a proteger la fauna del mundo, pero solo la pueden aplicar las naciones en sus propios territorios o en los buques que lleven su bandera. Eso deja a casi la mitad de la superficie del planeta completamente desprotegida”, advierten.
Los académicos que participaron del informe proponen una red que proteja aguas de alta mar y para la determinación de zonas utilizaron el mismo programa que se emplea para el diseño de redes de Áreas Marinas Protegidas llamado Marxan. Este método contempla las distribuciones de las especies y los hábitats, “al tiempo que minimiza el tamaño de la red y los costes socioeconómicos”, explican.
Para diseñar la red, se dividió la superficie de alta mar en casi 25.000 unidades de planificación, cada una con un área de 10.000 kilómetros cuadrados; se recopilaron datos biológicos, oceanográficos, biogeográficos y socioeconómicos actualizados y distribuidos a nivel mundial y se mapearon en un Sistema de Información Geográfica.
Señalan que el programa se ejecutó cientos de veces con la intención de lograr los objetivos y minimizar los costes; teniendo en cuenta los lugares que ya están protegidos y dejaron fuera de algunas ejecuciones los lugares programados para actividades de minería de los fondos marinos.
Los resultados produjeron potenciales redes de AMP diseminadas de polo a polo y en toda la extensión de los océanos, incorporando la gama completa de hábitats, especies y condiciones ambientales especificadas. A diferencia de lo que sucede con las AMP que generan islas-santuario, la propuesta de alta mar produce “redes interconectadas de protección con zonas integradas de uso e impacto humano”.
“En muchos lugares, estas redes de protección abarcan las cuencas oceánicas y están bien adaptadas para salvaguardar las especies altamente móviles y migratorias que vagan en alta mar”, indican; y sostienen que esta protección a gran escala confiere otros beneficios como “resiliencia ante unas condiciones ambientales que cambian rápidamente”.
“El mundo actual se transforma más rápido y de manera más drástica de lo que se haya visto jamás en la historia de la humanidad. Esto está provocando cambios en los rangos y en las distribuciones de las especies, lo que hace que la reestructuración de los ecosistemas y los resultados imprevistos sean altamente probables. Por tanto, diseñar redes de áreas protegidas con las condiciones actuales conlleva riesgos de fallos en el futuro”, señalan los investigadores.
A pesar de ello consideran que se deben mantener las AMP pero consideran que cumplirán su función si su existencia se complementa con una red como la diseñada, que aborda el cambio ambiental y la incertidumbre, al mismo tiempo que “aumentan las posibilidades de que las especies y los ecosistemas sobrevivan y se adapten al cambio global”.
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