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Científicas del INIDEP estudian la presencia de microplásticos en el agua

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Rosana Di Mauro y Mara Braverman integran el programa de Peces Demersales Costeros y desde el año pasado estudian muestras a lo largo del litoral marítimo. Presencia de PVC, poliéster y los riesgos de que formen parte de la dieta de larvas y juveniles.
Rosana Di Mauro y Mara Braverman trabajan rodeadas de frascos de distintos colores que contienen muestras de agua. Son tantas que no dan abasto para filtrarlas y pasarlas por el microscopio.
Desde el año pasado las investigadoras del Programa de Peces Demersales Costeros buscan detectar la presencia de microplásticos en el mar argentino a partir de las muestras que han recolectado en aguas costeras, hasta la isobata 50 a lo largo del litoral marítimo.
“La presencia de plástico no es exclusivo de las aguas costeras sino que también se han detectado partículas en muestras de agua tomadas a mil metros de profundidad”, revela Braverman.
“De cada relevamiento se toman dos muestras, en superficie y en el fondo, para hacer un análisis por estratos. Las muestras son susceptibles de contaminarse por factores externos, por lo que el proceso es muy lento”, reporta Di Mauro, quien se encarga de todo el proceso.
Las investigadoras conocen el plancton, sus colores y formas habituales, tras años de analizar muestras bajo el microscopio. “Hace 10 años comenzamos a ver cosas extrañas. No tenían un origen orgánico como larvas de peces o zooplancton. Comenzamos a ver elementos extraños, de colores fuertes, flúo, como bolitas de vidrio, que no sabíamos qué eran”, confiesa Di Mauro.
Desde el año pasado la toma de muestras buscó barrer toda el área costera desde el Río de la Plata hasta Tierra del Fuego. “Era indispensable tomar las muestras para saber qué había y cuánto era. No podemos comparar nada porque no hay antecedentes”, dice Mara, quien trabaja con ictioplancton. Su objetivo es tratar de ver cómo esas micropartículas de plástico afectan a los seres vivos, “si se lo comen, si afecta su crecimiento, si mueren más por esta causa…”
“Son todas preguntas que nos hacemos y requieren de un trabajo articulado. Hay colegas que están trabajando con juveniles de corvina, con su dieta y del estómago separan lo orgánico de lo inorgánico para que nosotros lo filtremos. Hay otros grupos en la Facultad que trabaja con aves, otros con tortugas, que analizan si hay microplásticos en su dieta. Son cosas nuevas y no hay guías de investigación formales”, cuenta Rosana.
Las investigadoras en realidad suponen que es microplástico porque para tener mayores certezas hay que realizar estudios complementarios. “Tenemos la hipótesis de que es plástico… por el color, por la forma, porque no se degrada… pero hay que aplicar un sistema que mide la vibración que emiten las partículas y las compara con las partículas de plástico puro… eso te da el origen. Acá no tenemos forma de hacerlo, pero estamos en tratativas con investigadores de otros centros de estudio”, agrega Di Mauro.
“Los resultados preliminares nos marcan que hay presencia de microplástico, de varios tipos y colores. Lo peligroso para los seres que conviven con esta basura es que algunas partículas tienen un tamaño menor al del fitoplancton”, subraya Mara.
“Eso es mucho menos de un milímetro”, acota Rosana. Las biólogas muestran algunas muestras de las filtraciones, reconvertidas en imágenes fotográficas. Lo extraño salta a la vista con facilidad: Asoman líneas en diagonal, esferas de color rojo, amarillas y puntos bien negros.
Los tipos de plásticos en el mar son diversos. PVC, polietileno, poliéster y “hasta celofán”, cuentan las investigadoras, al tiempo que advierten que ese material no es biodegradable, “todo lo que lo constituye lo hace no degradable”. También trozos de botellas, de cajones de pescado, fibras de redes, ropa…
“El plástico no se degrada, se rompe. La radiación de rayos ultravioletas comienza a transformarlo, se seca, se adhieren microorganismos, se quiebra… Las rocas y las olas ofician de una trituradora gigante que luego las integra en la columna de agua”, detalla Braverman. “Llegan a ser del mismo tamaño que las algas unicelulares. Las fotos que vimos recién son de una escala de 200 micrones… 0,02 milímetros”, especifica.
Otra vez el tamaño se filtra en la preocupación de las científicas. “Es tan microscópico que las larvas se alimentan de lo que pueden comer, y eso depende de cuánto pueden abrir la boca. Hay que prestar atención porque el microplástico puede formar parte de la dieta”, remarcaron.
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Chubut

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