“En mi familia somos pescadores desde 1895, yo soy la cuarta generación y mi hija la quinta. Hemos sobrevivido a dos guerras mundiales y a una guerra civil y nunca nos habíamos encontrado con una situación así. En guerra salían a pescar”, se lamenta Pere Gotanegra. Es gerente de Pescadores de Roses, una empresa de Girona.
Teme tener que cerrar en dos meses si las pymes no reciben algún tipo de ayuda de las administraciones. “La desmoralización en el muelle es general”, sostiene Antoni Abad, patrón mayor de Roses y presidente de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores de Cataluña.
Cinco barcos pesqueros almerienses se planteaban ayer lo mismo que una buena parte de las empresas españolas: presentar un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE). Una prueba más de que ningún sector económico tiene garantías de quedar incólume ante la crisis del coronavirus.
Al de la pesca le toca ya por dos lados: la imposibilidad de garantizar las medidas necesarias para evitar la propagación de la Covid-19 en los buques y la caída de los precios de algunos pescados en las lonjas de toda España a causa del cierre forzado de restaurantes y hoteles. Más de 50.000 pescadores españoles están afectados.
“Hoy me decían que la gamba roja, que habitualmente se paga en Santa Pola a 100 euros el kilo, se estaba vendiendo a 10″, explica Basilio Otero, presidente de la Federación Española de Cofradías de Pescadores. La gamba roja acaba de salir de una de las vedas ecológicas que se decretan para asegurar su sostenibilidad, así que el problema no procede del lado de la oferta.
Tras el hundimiento de los precios de este crustáceo está el desplome de la demanda, como el del resto de productos considerados de alta gama: rodaballos, lubinas, merluzas de más de tres kilos… Pero también afecta sobre otros no tan preciados: el gallo, la merluza de menor tamaño o el rape. En la lonja de Caleta de Vélez (Málaga) esta mañana solo había cinco compradores de los 50 que acostumbran a acudir a diario.
Los armadores están planteándose si, en esas condiciones, les sale a cuenta salir a faenar. Muchos vuelven a puerto pensando en cuánto dinero habrán perdido con la jornada porque los costes fijos casi superan a los que se obtienen a la vuelta. Aunque los problemas afectan según cuál es el arte de pesca que utiliza cada uno de los 9.000 barcos pesqueros que faenan en España.
Los que utilizan cerco viven estos días sacudidos por otro tipo de problema, la seguridad de sus tripulantes. En ellos tienen que convivir en un reducido espacio hasta una quincena de personas y es difícil cumplir con las condiciones impuestas por las autoridades sanitarias para evitar los contagios del coronavirus.
Los guantes los pueden utilizar, pero es difícil el uso de máscaras en plena mar. Y el temor a contagios ha provocado que muchos pescadores no quieran correr el riesgo. En el puerto de Barcelona tienen diez barcos de ese tipo y la pasada noche solo salieron tres, en una medida que se ha repetido a lo largo de todo el litoral catalán.
El presidente de Cepesca, Javier Garat, explica que en el Mediterráneo algunos puertos han decidido no continuar la actividad (como el de Garruchas, Carboneras (Almería) y el de Puerto de Santa María (Cádiz) y, en otros, salen los barcos que quieren. “Necesitamos que se pongan en marcha ayudas”, reclama.
Lleva días hablando con la Secretaría General de Pesca para encontrar una solución, que parecen que han encontrado. Aunque falta el beneplácito de la Comisión Europea. Se trataría de utilizar parte de los más de 1.000 millones de euros del Fondo Marítimo y Pesquero para que se pueda subsidiar un paro como el que está sufriendo parte de la flota pesquera española.
De esa partida ya salen las ayudas que reciben los pescadores cuando se ven obligados a paralizar algún tipo de pesca a causa de vedas ecológicas. “Queremos tener las mismas condiciones que, por ejemplo, marca el decreto aprobado ayer por el Gobierno para los ERTE” para una situación de fuerza mayor como es el coronavirus.