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Rigel
Félix Segovia se embarcó en el buque desaparecido dos veces en los últimos dos meses. Pero en la última salida decidió no hacerlo: quería ir a Jujuy para visitar a su hijo durante las vacaciones de invierno. “El barco estaba en mal estado sobre todo en el tema de máquinas y la electricidad”, cuenta.
Por Natalia Prieto
Félix Segovia es marinero, tiene 30 años, un hijo y el sábado pasado volvió a nacer: había navegado en el “Rigel” pero no subió en el último viaje. El deseo de reencontrarse con su hijo en Jujuy lo retuvo en tierra.
El pesquero desapareció en el sur, a la altura de Rawson, y sólo se encontró el cuerpo del capitán, Salvador “Toti” Taliercio. “Estaba en mal estado”, cuenta Segovia sobre al barco y relata varias situaciones que le tocó vivir en plena navegación.
“Yo soy jujeño y mi hijo vive allá, entonces pensaba viajar para las vacaciones de invierno y por eso no salí con los chicos. Me salvé”, le dice a LA CAPITAL con la postal del puerto de fondo.
Los tripulantes del Rigel, Amadeo, Navarrete, Osorio y Mieres junto a Segovia.
Félix es, desde hace tres años, marinero pero circula por el puerto local desde 2010, cuando comenzó a trabajar como sereno de barcos.
Después de capacitarse, integró varias tripulaciones y hace dos meses le tocó subir al Rigel en dos oportunidades: fueron viajes con duraciones de “entre 9 y 12 días”. El último fue el mes pasado.
“El barco estaba en mal estado, sobre todo en el tema de las máquinas, la electricidad. Dos por tres se nos apagaba el generador y quedábamos a oscuras. Se nos apagó el motor dos veces y quedamos al garete (sin control) , entonces bajaba el maquinista y trataba de encenderlo rápido”, describe.
Después de esa situaciones, al regresar de la última expedición, Félix le dijo al capitán: “¿Con este motor vamos a ir al sur? Me dijo que le iban a hacer un cambio de aros, medio motor, pero se fueron sin probarlo, sólo hicieron una vuelta por acá”, explica.
Vuelta
En el medio de un temporal, como el registrado durante la desaparición del barco con olas de más de cinco metros, el apagado del motor significa peligro: “Cuando se apaga el motor -explica Segovia- se tira el barco para una banda aunque salta automáticamente el piloto automático. Para mí es lo que pasó, se puso el barco de costado y la ola lo dio vuelta. Los chicos quedaron todos adentro del barco”.
Sin dejar de mirar el mar, poblado de olas por el intenso viento del sur, Félix asegura: “Se perdió una tripulación muy joven, creo que era la más joven de la banquina. La mayoría no llegaba a los 30 años”.
Si bien reitera que “el barco estaba en mal estado”, reconoció que “tenía todas las medidas de seguridad”. “Los salvavidas, los salvavidas circulares, las radiobalizas, la balsa, en las cuchetas teníamos todos los elementos necesarios, pero acá el problema fue el motor”, repite.
“Con mal tiempo -describe- el barco sube y baja todo el tiempo y te descomponés. La única manera que se te pase es acostándote. Ellos se acostaron todos, sólo Toti quedó en la timonera”, aventura.
A su entender, la embarcación “se puso de costado”. “La única manera de salir es por la timonera, porque las puertas abren para afuera y no se pueden abrir por la presión del agua, y en la timonera se abren para adentro. Toti salió y es el único que encontraron. Tengo fe que los chicos están ahí”.
Con las lágrimas a punto de escaparse de sus ojos, Félix dice estar “muy dolido por las familias” y cuenta que se enteró del naufragio a través de un Whatsapp. “Me vine para el puerto y me enteré de la secuencia, me entristeció. Me puse mal, vine a la marcha, a los chicos los tienen que encontrar”, dice.
Futuro
Además del capitán Salvador “Toti” Taliercio, en el Rigel iban el segundo patrón Rodrigo Sanita; el jefe de máquinas Néstor Rodríguez; el auxiliar de máquinas Cristian Osorio y los marineros Amadeo Jonatan; Nahuel Navarrete; Carlos Daniel Rodríguez; Pedro Mierez y Rodrigo Blanco.
“Eran los marineros de Toti, porque él los hizo a su manera. Todos tenían proyectos. Cuando subí la última vez fue porque Rodrigo se había ido de vacaciones a Brasil”, cuenta.
A su entender, el estado de la flota pesquera deja mucho que desear. “Hay buenos barcos y hay otros como el Rigel, viejos y en mal estado. El casco estaba lleno de poros, la popa estaba podrida, en el pañol se veían todos los agujeros y en la timonera entraba agua por todos lados. No estaba en condiciones el barco”, describe.
Los controles, antes de zarpar, corren por cuenta de Prefectura. “No los tendría que haber dejado ir porque saben que (el barco) es viejo”, dice Segovia.
Si bien reconoció que tiene “miedo de volver”, el marinero asegura que “no se hacer otra cosa”. “Estoy esperando que cambie el tiempo, para ver cómo terminar, pero voy a volver porque tengo que alimentar a mi familia y pagar cuentas. No me queda otra”, se resigna.
“Estás allá -dice sin dejar de mirar el mar- y estás en las manos de Dios. Puede estar soleado pero cambia el viento y todo puede suceder”.