Lo ha dicho el secretario general de la Asociación de Capitanes y Patrones de Pesca de Argentina, Jorge Alfredo Frías: “La desidia, el desinterés y la corrupción triangulan para hacer notar una vez más que se debe profundizar la exigencia en el reclamo por la seguridad náutica”.
También en Argentina se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena. Ocurre como en España: tratamos de solucionar lo que ya no tiene reparación: la muerte de marineros, de tripulantes de barcos que quieren ganar el pan a costa de perder la vida, si necesario fuere.
El buque de pesca Rigel desapareció en el mar argentino, casi a las puertas de casa. “Poco les importa ni al Gobierno nacional, ni a las autoridades responsables de la seguridad náutica, ni a las empresas pesqueras, que detrás de la fiebre del oro rojo provocada por el langostino despachan cientos de barcos pesqueros no preparados para responder a las exigencias del mar y todos miran para otro lado”, ha manifestado el propio Frías, para quien no es aceptable que se utilicen “balsas vencidas y buques vetustos” en el ejercicio de la pesca. Desaparecidos los nueve tripulantes del Rigel solo los barcos pesqueros y la Prefectura Naval Argentina se encargaron de la localización del barco y del rescate de su tripulación. Rescataron el cuerpo de un hombre en la zona donde se presume ocurrió el naufragio. Se dio como seguro que es uno de los nueve hombres del pesquero argentino.
“La vida de los pescadores es puesta en riesgo con barcos disfrazados de tangoneros, tripulaciones que no han hecho cursos de actualización conforme los exige STCW-F-1995 para pescar langostino en los mares patagónicos que son los más violentos del mar Argentino, y salen al marisco luego de estar pescando en otras aguas y con otras artes de pesca”, ha escrito Jorge Alfredo Frías. Es la letra de una canción que aquí, en Galicia, hemos interpretado en multitud de ocasiones.
“El gremio exige desde ahora las pericias sobre el buque siniestrado y sobre la balsa y todos los elementos que se encuentren. La Justicia Federal debe investigar las muertes y desapariciones de pescadores, porque ellos también son héroes de la patria”. ¿No le suena a usted, lector, lo que ha dicho en Argentina el secretario general nacional de la Asociación de Capitanes y Patrones de Pesca, entidad que exige al Gobierno argentino y al sector empresarial “que comiencen de manera urgente a terminar con la civilización y barbarie en el mar Argentino”?
No, en Argentina no pueden mirar para otro lado ante denuncias como la que aquí recogemos. Pero tampoco se debe mirar para otro lado en Galicia, en España, donde la cultura de la pesca ha cambiado muy mucho, pero no lo suficiente para dar cobertura de seguridad a embarcaciones de todo tipo que se hacen a la mar a sabiendas de que no cumplen todos los requisitos exigidos por las centenares de normativas existentes que tienden a dar una mayor seguridad a todos y cada uno de los tripulantes de los mismos.
El mal tiempo en la mar no es grato para nadie. Pero menos, todavía, para aquellos que, a sabiendas de que su barco no responde adecuadamente a la exigencia de estabilidad -por ejemplo- se embarcan y se juegan la vida por un salario -cuando este existe- que no va más allá de poder comer -que no es poco, a día de hoy- él y su familia.
Quien se responsabiliza de esa seguridad es el armador. Con él, el patrón. Pero el armador no siempre dirime los problemas a bordo del barco presumiblemente inseguro.