El coral rojo que vive en el Mediterráneo es una presa fácil para la pesca comercial. Al fin y al cabo, no se desplaza. Tan fácil, que la sobreexplotación de este animal para alimentar la industria de la joyería o la homeopatía ha diezmado sus poblaciones. El nivel de capturas ha obligado a que España decrete una tregua de, al menos, dos años en todas sus aguas: se prohibirá “capturar, retener a bordo, transbordar, desembarcar, transferir, o almacenar” la especie hasta 2022, según el proyecto de orden que prepara el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
El coral rojo se encuentra sobre todo en el Mediterráneo occidental. Sus colonias en España se dispersan por Catalunya, Islas Baleares, sudeste de Andalucía, estrecho de Gibraltar y algunos puntos del Atlántico oriental y Canarias. Las poblaciones se concentran en enclaves concretos y reducidos. Sirven como hábitat, protección y área de alimentación de numerosas especies. También se han revelado como sumideros de carbono (reteniéndolo e impidiendo que se libere a la atmósfera donde provoca efecto invernadero, causa del cambio climático).
Pero, más allá de sus valores ecológicos, el coral ha sido utilizado como pieza de joyería desde hace miles de años. Los ejemplares más valorados por la industria son los de mayor tamaño y más ramificaciones. Precisamente, los de mayor potencial reproductor.
A la presión de la joyería se le ha añadido, además, la ejercida por la pseudociencia de la homeopatía. La industria homeopática ha desarrollado algunos de sus productos a base de este animal marino. Le atribuyen propiedades curativas para un amplio rango de patologías.
El nivel acelerado de extracción derivado del desarrollo comercial en sus distintas facetas ha esquilmado la especie. Hasta 2017, las extracciones declaradas de coral rojo –sin contar el furtivismo– en toda la costa mediterránea supusieron unas 33 toneladas al año durante 25 años.
“En muchas zonas se considera ecológicamente extinguido. Es decir, las colonias existentes ya no son capaces de cumplir su función en el hábitat”, explica una reciente revisión científica de diciembre de 2019 a cargo del Instituto de Ciencia y Tecnología de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA). “La extinción del coral rojo es una preocupación no solo por la especie sino por los efectos que dispararía en el ecosistema”, remachan los investigadores. “La principal desventaja que sufre esta especie es su valor comercial y, de hecho, su gran extracción histórica para el sector de la joyería”.
Mortandades masivas
Los ecosistemas de corales son, junto a los de posidonia, los más ricos del Mediterráneo. Y lo más vulnerables ya que Corallium rubrum crece muy lentamente. Su tasa ronda los 0,2 milímetros al año de grosor y 1 mm de longitud en ejemplares adultos. La acidificación del mar por el efecto invernadero (que rebota la radiación solar contra una capa a de gases como el CO2 liberados en la atmósfera y hace que las aguas absorban el 90% del exceso de calor) tiene “efectos significativos en su tasa de crecimiento”, según explica el informe sobre Impactos, vulnerabildad y adaptación del medio marino de la Oficina Española de Cambio Climático.
El calentamiento global ya ha provocado que el coral rojo sea uno de los afectados por “las mortandades masivas registradas en el Mediterráneo durante los últimos 15 años”, aclara el informe.
La caída de los corales rojos se ha mantenido en el tiempo a pesar de las advertencias oficiales. Un informe de Medio Ambiente sobre su estado de situación para desarrollar la estrategia de Conservación de las especies de interés comunitario en España redactado en 2012 no dejaba dudas: “La casi totalidad de las poblaciones están sobreexplotadas y esquilmadas perdiendo el importante papel ecológico que antaño desempeñó”. Pedía que se incorporara al Catálogo Español de Especies Amenazadas con categoría de vulnerable. No se atendió la recomendación científica.
El ICTA ha constatado que el blindaje de Áreas Marinas Protegidas puesto en marcha desde el año 2000 ha conseguido que las colonias de este animal clave “se hayan recuperado parcialmente, alcanzando niveles similares a los de la década de los 80 en Catalunya”. Con todo, el autor principal de esta revisión, Miguel Mallo, ha advertido de que esta recuperación debe tomarse “con precaución, ya que sólo refleja una parte de la población existente de coral rojo en la región”. Quedaron fuera los corales más allá de los límites de las zonas preservadas legalmente.
El borrador de orden del Ministerio describe que los síntomas preocupantes continúan: en los dos últimos años, durante los meses permitidos para la captura de coral rojo (entre abril y noviembre), los pescadores autorizados han tenido “dificultad para encontrar ramas de coral por encima de 7 mm” que es la talla mínima legal. La tendencia decreciente del diámetro de las ramas extraídas puede considerarse indicativo de sobreexplotación”, describe ahora el Ministerio. El coral rojo tendrá dos años de tregua para intentar remontar sin ser arrancado de las profundidades.