Cada año llegan al mar entre 8 y 12 millones de toneladas de plástico a un ritmo de 200 kilos por segundo. Según los expertos, de seguir así, en el año 2050 habrá más plástico que peces en el mar, lo que puede provocar la muerte por ahogo, bloqueo de las vías intestinales y respiratorias o por alteración de los sistemas inmunológico y endocrino de miles de especies animales.
Se habla ya de la ‘epidemia’ de los plásticos, pues este material se halla desde en el punto más alto –el Himalaya- hasta en el más profundo del planeta –la fosa de las Marianas-. Una prueba de eso es que los pescadores sacan peces del agua, pero también mucha basura. Esto ocurre, sobre todo, en las zonas más turísticas.
Si hablamos de contaminación por plásticos en el mar no podemos no mencionar a las tortugas marinas. Casi siempre que se habla de estas criaturas se habla también de contaminación marina, ya que estos animales no saben diferenciar entre su comida preferida, las medusas, y el plástico.
Las tortugas marinas no saben diferenciar el plástico de los alimentos.
Por este motivo, es común encontrar cadáveres de tortugas flotando en medio del océano con el estómago lleno de estos polímeros de carbono, hidrógeno y oxígeno con los que fabricamos ropa impermeable, objetos flexibles y todo tipo de productos de cosmética, entre muchos otros.
Sin embargo, el aspecto no lo es todo, pues según un estudio publicado este mes de marzo en la revista especializada Current Biology las tortugas comen plástico también porque les gusta como huele.
Los pedazos de plástico que van a parar al mar son colonizados rápidamente por organismos marinos vivos, lo que hace que huelan a comida
Según los autores del trabajo, investigadores de la Universidad de Florida, lo que hace que a los quelonios les guste el plástico es el hecho de que esté recubierto de organismos marinos, algo que es muy habitual dado que en el agua cualquier superficie libre es colonizada muy rápidamente.
Esto se conoce técnicamente como fouling y causa grandes dolores de cabeza a los capitanes de los barcos, ya que estos van más lentos y gastan más combustible cuando los cascos de sus buques no están limpios de organismos vivos. Sin embargo, según se desprende del trabajo publicado ahora, el fouling también perjudica a las tortugas, ya que hace que se sientan fuertemente atraídas por el plástico.
Para la elaboración del trabajo los expertos reclutaron 15 tortugas de la especie Caretta caretta criadas en cautiverio. Luego les hicieron oler arena mezclada con harina de pescado –que forma parte de su dieta habitual- y arena mezclada con plástico recubierto de microorganismos marinos. Gracias a ello advirtieron que los quelonios reaccionaban con la misma intensidad al olor de ambas.
En futuras investigaciones los expertos se centraran en averiguar qué productos químicos contenidos en los plásticos son los que despiertan más el interés de las tortugas, pues así será más fácil tomar medidas para la conservación de estas criaturas habitan los océanos de la Tierra desde hace más de 100 millones de años.
Fuente: La Vanguardia