Por Roberto Garrone para El marplatense
Langostino
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Puerto Mar del Plata
El anuncio en que Mar del Plata volvió a revalidar sus pergaminos como capital nacional de los brazos en jarra, con un 12,8% de desocupación, solo fue la oficialización de una crisis laboral que se siente todos los días y tiene en el industria pesquera un sector donde lejos de promoverse el empleo, se evapora.
Hay varios factores que explican por qué una actividad que generó más de 2 mil millones de dólares en exportaciones el año pasado, tiene en Mar del Plata su lado B. La caída en los desembarques de pescado fresco, fenómeno que se hizo evidente desde hace cuatro años, cuando la sobreabundancia de langostino comenzó a tomar envión y supero las 110 mil toneladas.
La migración de barcos fresqueros al marisco patagónico no solo generó una merma en las descargas de merluza para procesar en tierra, sino que también cambiaron de puerto operativo más de una docena de barcos costeros, con lo cual también se alteró la llegada de pesca variada a la mesa de corte.
En los últimos cuatro años las descargas generales en Mar del Plata se redujeron un 25%. La cifra representa casi 100 mil toneladas. 100 millones de kilos que desaparecieron de la rueda productiva. Menos trabajo para estibadores, transportistas y obreros del pescado. Los tripulantes son los menos afectados por este fenómeno porque migraron con los barcos al sur.
En medio de ese corrimiento de flota hacia el sur hubo otro hecho que aceleró el proceso. Desde la llegada del nuevo gobierno se puso fin a la subdeclaración de merluza: Traer hubbsi en la bodega de los barcos pero otra especie en los partes de pesca. Esto permitía estirar las cuotas asignadas a cada barco casi hasta el infinito. E inundar de pescado fresco la plaza.
Ese grifo clandestino alimentaba plantas de procesamiento igual de ilegales. Suturada desde el muelle, pronto esos emprendimientos eclosionaron y dejaron obreros en la calle. En el SOIP contabilizaron más de 500 empleos caídos desde que se terminó el baile de disfraces. La industria del juicio, el alto nivel de ausentismo, la presión impositiva en ascenso al igual que la conflictividad, terminan conformando un combo anti inversiones.
El fenómeno del langostino rompió una característica del puerto marplatense. Ya el movimiento de la flota y el acceso a la materia prima no mantiene un ritmo regular durante los 12 meses del año. Ahora hay un antes y después de junio, cuando los barcos se van a pescar al sur.
Propuestas para esta nueva realidad sobran: Adaptar la plantilla de personal a la disponibilidad de la materia prima. O una bolsa de trabajo para cuando sobre pescado y falte personal. Algún sistema elástico que se ajuste a las variables propias de la actividad, aunque el gremio siempre se opuso cualquier alternativa.
El achique en la oferta de pescado fresco en el segundo semestre del año puso en evidencia la amplia cantidad de barcos merluceros grandes, de más de 3500 cajones, que están inactivos por diversas causas. “Cabo Tres Puntas”, “Santa Angela”, “Wiron V”, “San Juan B”, “Franco”, “Sirius”, “Don Luciano”, entre muchos otros. En la lista completa que confeccionó el SIMAPE todos los barcos parados o que se fueron del puerto contabilizaron 156 mil cajones.
Los frigoríficos verían con buenos ojos que esa flota se ponga en marcha para ampliar la oferta de pescado fresco. Los armadores que sostienen la plaza todo el año lo ven como una amenaza: el derrumbe del precio del pescado entero en muelle.
Juan Bosch y el Consejo Federal Pesquero también tienen responsabilidades en la crisis laboral en el puerto marplatense. Han permitido que los barcos fresqueros transfieran cuota de merluza a barcos congeladores. Y no sancionar a los fresqueros que no la pescan al operar sobre langostino.
Y dos datos letales para el negocio del fresco. El filet congelado a bordo tiene un costo sensiblemente inferior al procesado en tierra y ambos reciben el mismo reintegro. Si al gobierno le hubiese interesado promover el trabajo de fileteros, peones y envasadoras, deberían haber mantenido los incentivos que derogó el año pasado post devaluación.
Los obreros registrados del pescado no están incluidos dentro del 12,8%. Pero la gran mayoría está en el 17,5% que trabaja menos de 35 horas semanales. Junto con los precarizados en plantas clandestinas o “socios” de cooperativas, sistema que tampoco este gobierno determinó su grado de legalidad.
Trabajar en blanco, en una empresa que cuenta con 4 barcos fresqueros, suficientes para garantizar un ritmo de trabajo regular durante todo el año, no parece ser suficiente. Esta semana obreros de Sebastian Gaboto, una pyme controlada por El Marisco, bloquearon los accesos al frigorífico como protesta por la discontinuidad laboral.
“Trabajamos dos días en la quincena. Cobramos 10 mil pesos por mes. Nos estamos cagando de hambre, ya no se aguanta más”, dijo uno de los delegados, mientras neumáticos de camiones ardían contra las cortinas metálicas.
Los obreros denunciaron que la empresa entrega el pescado fresco a cinco o seis cooperativas para abaratar costos de producción. “Nos tienen como pantalla para no perder la cuota”, reveló otro trabajador.
Después de la intervención del gremio, todas las partes llegaron a un acuerdo que no implica ampliar el nivel de trabajo sino una mejora en el garantizado. Incremento que los deja lejos del ingreso mínimo para salir de la pobreza.
En la pesca marplatense que no crea nuevos empleos, muchos de los que lo tienen, como los obreros de El Marisco, son pobres.
Aclaración: los conceptos vertidos de quienes opinan son absoluta responsabilidad del firmante.