Coronavirus, un golpe letal a la eficiencia que jaquea el futuro de nuestra economía
Parece una frivolidad hablar de eficiencia en tiempos donde están muriendo personas, donde la salud es prioridad número 1, donde hay muchas actividades que están totalmente paradas y que aún con un levantamiento total de la cuarentena, seguirán estando seriamente afectadas. Pero el tema tiene aristas tan inesperadas que aún las actividades hoy exceptuadas de la cuarentena presentan un futuro incierto, el mismo que afrontarán las que se vayan incorporando a la actividad en las próximas semanas.
Para muchas empresas argentinas ser eficiente es una cuestión de supervivencia. Para simplificar el concepto voy a dar el ejemplo de una industria exportadora. Seguramente habremos escuchado el discurso que los exportadores no deben buscar competitividad solamente en un tipo de cambio alto que les permita licuar costos, deben buscar la competitividad en otro lado. Con las reglas de juego argentinas (alta inflación, alta presión tributaria, dólar oficial retrasado y retenciones a las exportaciones) diría que las únicas industrias exportadoras que subsistieron en estos años son las extremadamente eficientes.
Ahora parece que el coronavirus cambiará también ese paradigma. Imaginemos una empresa del rubro alimenticios que tenía 100 empleados, con un margen de rentabilidad muy reducido pero existente gracias a ser eficiente. De esos 100 empleados supongamos que hoy siguen trabajando solo 60 porque los otros 40 deben permanecer en sus casas ya sea por ser grupos de riesgo, por tener hijos en edad escolar que no pueden quedar solos o simplemente para adecuarse a los nuevos protocolos de salud de la empresa, y a ese personal hay que pagarle el sueldo como si estuvieran trabajando.
Agreguémosle a eso el ausentismo que se producirá por miedo, por un resfrio común o por cualquier otro motivo que en esta pandemia se ve exacerbado. Agreguémosle a eso que la fábrica tendrá cortes de producción por falta de mantenimiento o de insumos que producen otras firmas que no están exceptuadas de la cuarentena, que tendrá mayores costos de elementos sanitarios que antes no eran necesarios (barbijos, guantes, alcohol en gel, desinfectantes, servicios médicos, etc). Como habrán podido apreciar el costo de producción aumentó drásticamente.
¿Y que pasa cuando ese costo no puede ser trasladado a precios?: Se vende a pérdida o no se vende. Y todavía no analizamos que pasa si la empresa exportadora vende sus productos a países del mundo que también están paralizados por sus respectivas cuarentenas y/o que han devaluado sus monedas o que directamente dejaron de comprar por la crisis económica y las restricciones al comercio exterior. Estoy hablando siempre de ejemplos de empresas exportadoras, pero tranquilamente esto puede traspolarse a las empresas que producen para el mercado interno, en este caso tendrían la posibilidad de aumentar los precios, pero en la actual recesión es poco probable que el mercado absorba un aumento de costos de un 50% o más, a menos que una hiper licue y distorsione todo.
¿Cuáles son los antídotos para morigerar estos males que afectarán indefectiblemente a la economía que viene? Yo diría que básicamente dos:
1) RESPONSABILIDAD de empleador y empleado/sindicatos. El empresario no debe tomar ventaja de esta situación a menos que sea estrictamente necesario y el empleado debe entender que quizás haya que asumir alguna reducción de salarios si es que desea mantener la fuente laboral, especialmente aquellos que están imposibilitados de trabajar. Esta semana vimos que la UOM se dispone a firmar un acuerdo de reducción del 30% de salarios para los que no trabajan, en los días que vienen este tipo de acuerdos serán cada vez más comunes. ¿Pero son todos los sindicatos capaces de reconocer esta realidad? En el mundo ya está pasando esto y sino son los estados ricos los que asumen esos salarios caídos. Por su parte el empleado que pueda trabajar y que está cobrando sus salario pleno deberá ser super eficiente y productivo tratando de suplir a sus compañeros faltantes y evitar el ausentismo que estará servido ya que solo hace falta tocer dos veces para que el empleador le sugiera quedarse en su casa. Si empleado y empleador no se dan cuenta que están en el mismo bote, se hundirán juntos.
2) el segundo antídoto es el ACOMPAÑAMIENTO DEL ESTADO y acá si veo dos problemas: a) la falta de fondos y b) la falta de sentido común. La falta de fondos se suplirá parcialmente con emisión y cuasimonedas en las provincias y así estaremos jugueteando con la hiper. La falta de sentido común es lo más grave. La primera resolución que tomó el estado con el DNU 297 fue decir que quienes no trabajan deben cobrar lo mismo que los que trabajan. Para un mes de marzo donde la cuarentena nos tomo de sorpresa se puede llegar a justificar la medida, le dió tranquilidad a todos los asalariados y mayor predisposición a cumplir el encierro, pero en el mediano plazo eso es inviable. Nadie quiere ser Churchill y prometer “sangre, sudor y lagrimas”. Es mucho más cómodo ofrecer que no habrá despidos y que todos los privados seguirán cobrando lo mismo (en especial si el que tiene que pagar no es quien lo decide). Pero sabemos que eso no es posible.
Los Repro no alcanzan y los créditos tampoco. Además asumir deuda para pagar costos de negocios que por mucho tiempo no serán rentables es simplemente diferir la agonía de la empresa. Es indispensable que lo antes posible comencemos a plantear las cosas con sinceridad y crudeza. Las consecuencias económicas del coronavirus serán terribles. Lo peor que podemos hacer es ignorarlas, echarle la culpa a los empresarios miserables, subir impuestos y tratar de tapar el sol con las manos. Por ese camino caerán muchas empresas, las consecuencias serán más perdurables en el tiempo y ya no será cuestión de apretarse el cinturón transitoriamente sino de reconstruir la matriz económica de un país que castiga sistemáticamente a quien invierte. Así estaremos cada vez más lejos del modelo de una nación próspera. Todavía estamos a tiempo de hablarnos con la verdad.
