Las descargas de anchoíta en los primeros diez meses del año, según reportan cifras oficiales, marcan un incremento del 3% en relación al año pasado. Suman 9.391 toneladas cuando en 2022 contabilizaron 8862 toneladas.
Pero el signo en verde puede prestarse a una confusión y no refleja el momento de incertidumbre que afrontan en Mar del Plata tanto la flota fresquera como las fábricas de tierra. Los números generales incluyen las descargas del stock sur, la patagónica que se desembarcó en Rawson y que alimentó a las conserveras locales durante el otoño y parte del invierno.
Los números son otros, completamente diferentes, cuando se mira el desempeño de las capturas de la anchoíta bonaerense, la del stock norte, y lo que genera preocupación en la industria local.
«Hasta fines de octubre van 5219 toneladas del norte y 4118 del sur», precisó una fuente del Programa Pelágicas del INIDEP. «Son 2 mil toneladas menos de la bonaerense en relación a 2022», reconoció. Esa cantidad representa una merma del 50% en la comparación interanual.
La caída en las capturas genera un efecto dominó en la flota. Los barcos dejan de ir a buscarla ante la falta de certezas y con una flota más reducida aumentan las posibilidades de no dar con las marcas.
Los tres barcos que ahora salieron a buscarla hacia el sur, al frente de Necochea, son el «Canal de Beagle», el «Padre Pío» y el «José Luciano», pero no han tenido éxito según pudo saber este medio ayer sobre el mediodía.
La situación repercute en saladeros y fábricas que trabajan con la anchoíta bonaerense como principal materia prima. «Tenemos pedidos y no tenemos pescado», resumió Martín Di Scala de «Delicias Marinas».
«Tenemos pedidos de mercado interno y también algo de Brasil; filetes de anchoíta envasados al vacío», remarcó el industrial, quien lamentó que lo que pudo pescarse no era de buena calidad: tallas pequeñas entre 45 y 55 piezas por kilo.
La fábrica había establecido un vínculo comercial con el buque «Raffaela» cuando regresó anticipadamente de la zafra de langostino en agosto, pero en este contexto de incertidumbre decidió cambiar de especie objetivo. Como él, muchos otros.
“Ahora el barco desarmó las redes pelágicas y armó para merluza”, agregó Di Scala, quien rescata que el año pasado fue bastante bueno en cuanto al trabajo con la anchoíta bonaerense, “pero esta temporada es un desastre”, confesó al tiempo que marcó como positiva la abundancia de la anchoa que vino de Rawson, con la que pudieron trabajar un par de meses.
«El mayor problema fue que al norte no hubo captura, el barco pudo concretar una sola marea; en las demás vino vacío; la fue a buscar hasta los 42º Sur y no encontró nada», reconoció el industrial. Otro de los que la buscó en una vasta zona fue el «Canal de Beagle». «Desapareció, no la podemos encontrar», reveló Miguel Di Costanzo con un dejo de preocupación.
La flota fresquera que opera sobre pelágicas ahora se reduce a un par de barcos que también salieron a magrú por la misma zona de pesca donde los otros fresqueros buscan la engraulis. Se trata de los buques «Floridablanca», «Júpiter II» y «Nono Pascual». El «Ciudad Feliz» completó la última marea esta semana y es probable que le ponga punto final a una temporada que marca un fuerte retroceso en los desembarques.
Los números de la caballa también se escriben en fuertes tonos rojos. Hasta el 7 de noviembre, de acuerdo a datos oficiales, las descargas de magrú se redujeron 17%. Contabilizan 11.393 toneladas contra 13.642 toneladas en el mismo período del año anterior.